viernes, octubre 4

El debate sobre el consentimiento divide a la UE en sus esfuerzos por aprobar la primera norma específica sobre violencia contra la mujer | Sociedad

La batalla para combatir la violencia contra las mujeres que se conmemora este fin de semana con protestas en las principales capitales de Europa y el mundo se libra, en Bruselas, de puertas adentro. Las intensas negociaciones finales para sacar adelante la primera norma europea específica sobre la violencia contra la mujer se han topado con un obstáculo serio: el no de varios países, pero sobre todo de los pesos pesados Alemania y Francia, a aceptar el principio del “solo sí es sí”, es decir, que se considere a nivel europeo como violación un acto sexual sin consentimiento explícito.

La Unión Europea ha dado este año grandes pasos en materia de derechos de la mujer y su protección frente a la violencia machista, sobre todo con la ratificación del Convenio de Estambul, que entró en vigor en todo el espacio europeo el 1 de octubre. Pero queda todavía una gran asignatura pendiente, la aprobación de la directiva sobre la lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, que se encuentra en la fase final de negociaciones a tres bandas (entre Eurocámara, Estados y Comisión).

Unas discusiones que comenzaron con mucho vigor en julio, bajo la presidencia rotatoria española del Consejo de la UE, que ha querido dar una gran prioridad a este tema. Pero tres trílogos (que así se llaman estas negociaciones) después, y a punto de acabarse el semestre español, la aprobación de un texto final consensuado sigue estancada sobre todo por una pelea clave: la tipificación penal de la violación basada en la falta de consentimiento que ya rige entre otros en la legislación española.

La propuesta de este delito figura en el texto original de la Comisión y ha sido defendida a capa y espada por la Eurocámara, bajo la premisa de que solo el criterio del consentimiento “logra la plena protección de la integridad sexual de las víctimas”. Es una posición que ha logrado el consenso entre la mayor parte de los partidos (salvo los de ultraderecha), como se vio en el debate sobre el tema en el pleno en Estrasburgo esta semana. Pese a ello, los Estados la han eliminado de su posición negociadora, ante la oposición de varios países —Polonia y Hungría, pero también, para sorpresa de muchos, Alemania y Francia— que alegan que no hay base legal en los tratados para acordar una definición tal de la violación a nivel europeo. Berlín dice además que se estaría sobrepasando las competencias legales de la UE, lo que podría convertirse en un “cuestionable precedente político”.

Tanto la Comisión como la Eurocámara han dejado claro que, sin este punto, la directiva que se espera sea aprobada como tarde a comienzos del año que viene quedará muy debilitada. Y el Parlamento Europeo, que ya fracasó en su intento de tipificar la violencia de género como eurodelito, amenaza incluso con hacer caer toda la normativa si no ceden los Estados. En vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, este sábado, las voces de alerta se han multiplicado, tanto desde las instituciones como desde la calle.

En Francia, varios grupos feministas reclamaron en París este viernes al presidente, Emmanuel Macron, que dé marcha atrás en su oposición al “solo sí es sí”. Lo hicieron coincidiendo con la publicación de una encuesta del instituto Ifop que señala que el 89% de los franceses apoya que el proyecto de ley europeo base la definición de la violación en el consentimiento, un extremo por el que también han presionado mediante una carta enviada al presidente francés casi una cuarentena de diputados galos, que le reclaman un cambio de su “posición incomprensible”, advirtiendo de que “excluir la violación de la directiva sería catastrófico para los derechos de las mujeres” y pondría a Francia “en contra del sentido de la Historia y del lado de Polonia y Hungría”.

Casi al mismo tiempo, en Bruselas, y pese al frío y la lluvia, las 100 mujeres voluntarias convocadas por la artista conceptual Alicia Framis se congregaron en el corazón del barrio europeo y, a una consigna, se quedaron quietas durante diez minutos, enfundadas en guantes rojos y portando pancartas con un código QR con mensajes como “solo sí es sí”, “no estás sola” o “ni una menos”. Con la performance Secret Strike (huelga secreta), la artista nacida en Barcelona y asentada en Ámsterdam, con el apoyo de la presidencia española de turno de la UE, quería denunciar la falta de acción sobre la violencia de género en vísperas del día mundial en que se recuerda —y denuncia— esta lacra. El lugar elegido también era importante: en la plaza situada entre las sedes de la Comisión y el Consejo Europeos, dos de los protagonistas de la batalla principal para sacar adelante la primera norma europea sobre violencia contra las mujeres.

Desde Pamplona, donde participó en el consejo informal de ministros de Igualdad, la comisaria del ramo, Helena Dalli, reiteró la importancia de tener una definición de violación basada en el consentimiento.

“La legislación de algunos Estados requiere una prueba de resistencia o de que la víctima fue asaltada. Nosotros lo que decimos es que el único consentimiento es cuando la mujer dice sí. Y creemos profundamente que solo entonces las mujeres de la UE van a estar protegidas de la violencia”, declaró tras la cita de ministros, donde la cuestión, dijo, fue discutida en los pasillos (aunque la directiva está en manos de los responsables de Justicia, no de Igualdad).

Fuentes implicadas en las negociaciones de los trílogos subrayan la importancia de tener una tipificación común de la violación, ya que solo un enfoque armonizado, señalan, puede garantizar el mismo nivel de protección a todas las víctimas en todo el territorio europeo. Queda al menos aún una cuarta reunión, a mediados de diciembre, para intentar convencer a los países necesarios: se requiere mayoría cualificada del 55% de los Estados miembros, que representen al menos el 65% de la población total de la UE, de ahí la importancia de convencer a Alemania y/o Francia para que cambien de postura. Algo que la comisaria Dalli reconoce será difícil, pero no imposible. “Si no logramos un acuerdo, habremos fracasado, pero tengo esperanza”, declaró desde Pamplona.