Jarrea en la calle y el día no puede ser más gris. Pero cuando María José Llergo se pone a hablar, un halo de bondad y buenas vibraciones envuelve el ambiente. María José habla mucho, pero no le sobra nada. Estamos en un estudio de grabación del centro de Madrid y durante las próximas dos horas la artista cordobesa se reirá, se emocionará, cantará (de forma improvisada: no lo puede evitar) y dejará sobre la mesa un puñado de sentencias que ya quisieran los creadores de eslóganes. Aunque nunca sonarían tan de verdad como en la boca de este talento del nuevo flamenco. Ahí van algunos: “Si te esfuerzas y no te rindes no te voy a decir que llegues a la Luna, pero puedes caminar en dirección a la Luna”; “el dinero tiene que estar al servicio de los valores, no los valores al servicio del dinero”; “la gente subestima la bondad, dicen eso de: de bueno eres tonto. Pues no: elegir ser bueno en este mundo tiene mucho, mucho mérito. Y no es ninguna debilidad”; “qué más da la forma de amar y la forma de tu cuerpo si lo que importa es tu alma”; “dar una bofetada en lugar de una caricia es una debilidad”; “nos asustamos cuando vemos una teta como si no hubiéramos comido de una cuando éramos bebés”… Estas sentencias las pronuncia en el contexto de una charla la semana pasada sobre su nuevo disco, Ultrabelleza (que se publica este viernes), un trabajo que la consolida como una de las grandes voces del flamenco moderno.
Llergo (Pozoblanco, Córdoba, 29 años) se muestra especialmente íntima en las 13 letras de su nuevo álbum. Desde la apertura, dedicada a su abuela María, de 89 años. “A mí me dijeron que le rezara a ella, pero yo solo podía pensar en ti, por más que me decían que creyera en ella yo solo creía en ti”, recita en la introducción. Habla de su niñez, cuando en el colegio donde sufrió bullying (“negra, gitana, fea”, la acosaban) debía rezar a la Virgen. “Mi abuela es mi heroína. Cuando me decían en el colegio que rezara siempre lo hacía pensando en ella. Ella me ha enseñado muchísimas cosas sobre mi propia lucha y mi historia de liberación. Es una mujer que aprendió a leer sola, que tomó la decisión de que sus hijos estudiaran. Ella y mi abuelo [José, de 94] eran agricultores y ganaderos y vivían de lo que vendían por el pueblo, de berzas y leche. Y tuvieron la visión suficiente para que sus hijos estudiaran, se formaran y volaran”. También fue la segunda mujer del pueblo que aprendió a conducir. “Un Seat 600 naranja butano”, se ríe.
En La puerta está abierta, de voz estremecedora y órgano gospel, habla del dolor que le provocó un “niño que yo camelo”. Se refiere a una persona que le atormentaba, un amor tóxico que padeció: una historia fea que ella desarrolla con belleza. “No le desearía a nadie ciertas cosas que me ha tocado vivir. No voy a hacer gala de ello ni le voy a atribuir ningún mérito. El mérito lo tiene quien lo supera: poder hacer arte a pesar de que tuviste que pasar por eso, no gracias a que tuviste que pasar por eso”, acota.
María José, hija única, informó a sus padres cuando terminó los estudios de que no veía una carrera universitaria que le apasionara, que ella deseaba instruirse en el canto. Había estudiado en Pozoblanco diez años de violín, de los 8 a los 18. Consiguió una beca y con 20 años se fue a estudiar canto moderno y jazz en el conservatorio del Liceu (Barcelona). En 2018 comenzó a publicar canciones y desde el principio destacó por su personal voz flamenca melismática y aguda y por un afán por experimentar. En 2020 llegó su primer trabajo, Sanación, y ahora edita la continuación después de decenas de conciertos por diferentes partes del mundo y del premio Goya de 2022 por la canción Te espera el mar, de la película Mediterráneo. Llergo vive, con su perro Torrezno, en la sierra de Madrid, en el campo, donde le inspira “el baile de los vencejos”. “Aprendí a cantar en el campo mientras mi abuelo abría surcos y labraba la tierra. La ciudad me nutre y me permite desarrollarme como artista con todos los recursos a mi alcance, pero cuando necesito respirar voy al campo y huelo los aromas de la jara, el romero salvaje, el tomillo, estar en el río y ver los peces. Por eso vivo en el campo, donde desde mi ventana admiro a los ciervos”, explica.
Ultrabelleza apuesta también por la diversidad en la labor de producción: hasta siete profesionales han ayudado a la artista a arropar musicalmente sus personales letras. Una de ellas es Zahara, la cantante española. El disco suena moderno, electrónico, con distorsiones, rapeados, sintetizadores, música rave… Apenas se escucha guitarra española. Pero la nave la conduce su voz hondamente flamenca. Porque la inquietud de Llergo pasa por la Paquera de Jerez, Rihanna, Bizarrap, La Zowi o Destiny’s Child.
Incluye una pieza dedicada a la bisexualidad (Novix), mucho canto a la diversidad (de religión, de raza, de sexo) y reivindicación de la condición femenina en temas como Malahe o Lucha. “Queda mucho por hacer. Todavía hoy vas por la calle paseando al perro y te dicen un montón de cosas sobre tu cuerpo. Las chicas de la selección de fútbol son el ejemplo y su caso ha puesto en evidencia el machismo institucional en ciertos ámbitos. Ellas están abriendo un camino y lo están limpiando de malas hierbas. Ese equipo es el faro de muchas niñas”, dice con emoción. Y añade: “El disco es la celebración de la diversidad del mundo que nos rodea. La ultrabelleza de que seamos todos diferentes, de que salgamos a la calle y encontremos belleza en las diferentes formas de amar, diferentes formas de habitar el cuerpo, de color de piel…”. No escapa a preguntas sobre política: “Si defender los derechos humanos es de izquierdas, lo soy. Conecto más con las políticas sociales que con las económicas. La verdadera riqueza de nuestro país es la diversidad. Quiero a mi España con sus heridas. Querer de verdad es eso”.
Termina hablando, cómo no, de sus abuelos, de la canción Aprendiendo a volar, que dice: “Estoy aprendiendo a volar, ya he alzado mi vuelo, para poder tocarte aunque sea un instante”. Lo explica: “Es un sueño recurrente que tengo: que la muerte de mis abuelos me pille en el escenario al otro lado del mundo y no poder despedirme de ellos. Así que en la canción aprendo a volar para poder acariciarlos antes de que les reclame el cielo”. Hace una pausa y añade: “Ese sería el éxito más grande y más inalcanzable que me gustaría”. Mañana, de momento, viaja a Pozoblanco para abrazar a María y a Pepe a ras de tierra.
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete
Babelia
Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_