¿Qué relación puede tener una momia, una buceadora, el conde Drácula, un mono perezoso, Nabucodonosor, Napoleón, un dinosaurio, la Armada británica, la Guerra Fría y hasta un perro verde con la tabla periódica de los elementos? Los químicos responderán probablemente que toda, porque todo lo que existe está compuesto por los 118 elementos que integran el sistema que los ordena y que ideó Dimitri Mendeléyev en 1869. La explicación, sin embargo, se encuentra en el cómic La Tabla Periódica (Andana Gráfica, 2023) que busca ponerle cara a los elementos y asociarlos con objetos cotidianos de los que forman parte para acercar la ciencia, en este caso la química, de una manera divertida y didáctica a los más pequeños, pero también al público general lego en la materia.
“Los elementos son los ladrillos con los que está construido todo: desde las nubes hasta las erupciones de los volcanes, los seres vivos, toda nuestra tecnología… y es más fácil llegar a la gente relacionándolos con algo tangible y no con cosas abstractas”, explica Adela Muñoz, catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla y coordinadora del cómic que este lunes se presenta en la capital andaluza y que se podrá leer en castellano y valenciano.
A lo largo de sus páginas los elementos se presentan en primera persona y cuentan de manera concisa su origen, para qué se utilizan y cómo se relacionan y reaccionan con otros. Y lo hacen representados por algo que los caracteriza y que permite al lector identificarlos. Por eso el boro es una momia, porque los egipcios lo utilizaban en el proceso de momificación de sus muertos; el oxígeno es una buceadora, porque es imprescindible para los seres humanos o el telurio se presenta como un conde Drácula, porque fue descubierto en Transilvania.
Han sido 91 personas, entre profesores y alumnos de 15 universidades españolas, tres centros del CSIC y dos institutos, quienes se han encargado de redactar los textos y buscar el disfraz perfecto para su elemento. “Esa coralidad en los textos es lo que me parece más bonito del cómic, porque es muy bonito que los libros tengan una historia detrás y este la tiene”, señala la ilustradora Raquel Gu. Utilizando la nomenclatura química, ella es el otro metal imprescindible para la aleación que supone el cómic, porque suya ha sido la labor de traducir en viñetas los textos y las ideas que le trasladaban sus redactores, entre ellos un chaval de 13 años, supervisado por su madre, profesora de Química.
“Ha sido un proceso muy divertido, hay gente con muchísima imaginación que ha hecho cosas muy graciosas. Como persona ajena a la Química también buscaba lo que más me llamara la atención”, explica Gu sobre su trabajo, en el que también ha tenido que realizar un profundo proceso de documentación para dar con los rostros de los descubridores de los elementos o de otros personajes históricos vinculados con las historias que hay detrás de ellos. Como el rey de Babilonia, Nabucodonosor, que en el 600 antes de Cristo utilizó el antinomio para pintar de amarillo los muros de su palacio; o Napoleón, cuyos soldados casi se congelan cuando trataron de invadir Rusia en 1812 porque los botones de estaño de sus uniformes se desmenuzaron por el frío, y que fue tratado con cloruro de mercurio cuando arribó a su exilio en Santa Elena.
Y si el estaño contribuyó a su manera a la derrota de las tropas napoleónicas en Rusia, el aluminio echó a perder al destructor Sheffield de la Armada británica en la Guerra de las Malvinas. Estaba revestido por ese elemento y cuando fue alcanzado por un misil, al entrar en contacto con el oxígeno —que lo hace arder con mucha facilidad— se derritió envuelto en llamas.
El cómic está prologado por Javier García Martínez, presidente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC), una institución que también busca promover la divulgación científica y que, en lo que a la tabla periódica se refiere, está trabajando en una especie de Trivial. “El cómic es una forma fantástica para acercar la historia detrás de la tabla periódica, que además de un icono de la ciencia, es el fruto de la imaginación y del trabajo de muchos investigadores y científicos que se han esforzado por entender mejor el mundo”, indica. “Detrás de ella está la solución de muchos retos como la transición energética o la sostenibilidad, que es de lo que se está encargando la química de los elementos abundantes: sustituir los que son escasos por los que están más presentes”, añade.
El libro va acompañado de un glosario de los términos más técnicos que aparecen a lo largo de las presentaciones de los elementos y que ayudan a comprender su significado y su contexto. Es Gu quien se encargó de señalarlos y Muñoz la que trabajó en su definición. Gracias a ellos podemos saber que la Guerra Fría también se libró en el tablero de la tabla periódica, bajo el nombre de Guerra de los transférmicos, como se denomina a la controversia derivada de las tensiones entre EE UU y la antigua URSS por el nombre de los elementos con un número atómico superior al fermio.
La importancia de la divulgación
El amor por la divulgación de la ciencia de Muñoz está en el origen de este cómic. En 2019, coincidiendo con el 150 aniversario de la tabla periódica, les pidió a sus 23 alumnos de 2º de Química Orgánica que escogieran un elemento y lo explicaran a modo de monólogo. “Idearon unos disfraces y luego hicimos un desfile donde interpretaron a sus elementos en la Casa de la Ciencia de Sevilla”, explica. Muñoz le pidió a Gu, que ya había trasladado al cómic la obra de teatro Científicas: pasado, presente y futuro, que recreara el baile de los elementos en viñetas para que pudiera servir como base de trabajo para alumnos de secundaria. El resultado se colgó en la web de la US y allí lo descubrió la hija del editor de Andana Gráfica, que era estudiante de Química. Cuando este se cruzó con Gu, le propuso la idea de terminar la tabla periódica y Muñoz abrió la colaboración para completarla a otros profesores del resto del país.
García Martínez ahonda en lo útil que puede ser el cómic para entender la tabla periódica e incluso memorizarla: “Es la mejor chuleta de la química, la explicación más sencilla del universo. Pero también es la entrada a un mundo fascinante de mitología, geología, historia…”. Y es que con cada elemento del libro también se aprende latín y griego, geografía o hábitos alimenticios. “Los conceptos en general son muy simples, el hidrógeno se representa con estrellas, el litio con una pila, el helio con el sol… para favorecer las asociaciones de ideas”, explica Muñoz.
Y, sí, falta vincular el dinosaurio, el mono perezoso y el perro verde. Porque, aunque la mayoría de las relaciones que se han buscado son sencillas y plausibles, para otros elementos también se necesita conceptualizar: El iridio es el responsable indirecto de la desaparición de los dinosaurios porque llegó a Tierra en el meteorito que provocó su enfriamiento. El argón es perezoso porque no reacciona con ningún elemento —proviene del griego argos que significa inactivo— y el praseodimio es un elemento raro, como un perro verde.
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