viernes, noviembre 8

Se apaga el cante trágico y dolido de Antonio Agujetas | Cultura

En pocas ocasiones un cante se ha percibido tan pegado a la existencia de la persona que lo emitía. La vida de Antonio Agujetas ha sido dura sin paliativos y su decir cantaor contenía todo el dolor y el infortunio sufridos, un terco destino del que parecía no poder desprenderse. Su expresión, de primitivas reminiscencias, fue siempre desgarradora: no podía ser de otra manera, pero, a la vez, él era capaz de convertir ese desgarro en arte, porque era “de una casta de cantaores que saben llevar su tragedia vital a la supremacía de la belleza”, como definió el poeta Mauricio Gil Cano.

Antonio de los Santos Bermúdez, que era su nombre, nació en 1962 dentro de una dinastía de mucho peso, algo que, sin duda, lo determinaría. Nieto del legendario Agujetas Viejo e hijo del gran Agujetas (Manuel de los Santos Pastor), él se reconocía en esa herencia, como dejó cantado: “Yo llevo en el corazón/ herencia de abuelo y padre/ por eso mis cantes son/ ramitas que al tronco salen”. Precisamente, junto a abuelo y padre registró, aún adolescente, sus primeros cantes como El Niño de Agujetas. Todo parecía encarrilado, pero, muy pronto, la vida se le torció y, siendo muy joven, terminó penando la friolera de 14 años en prisión.

A partir de ese momento, encontramos que, de su personalidad, que se intuye frágil, surge una fuerza interior que le lleva a huir de su destino y a luchar por protagonizar una historia de superación que, eso sí, siempre estará llena de altibajos. Así, durante sus años en prisión, no tiró la toalla, siguió cantando, llegó a ganar concursos de cante penitenciario y, debido a ello, participó en el disco Dos gritos de libertad (1998), junto a otro cantaor llamado José Serrano. Siete años antes, había grabado otro estando en prisión. Con la mediación de un músico paisano, Salvador Román Pali, que produciría la grabación, consiguió una semana de permiso para meterse en el estudio junto a la privilegiada guitarra de Moraíto Chico. Registró 10 estilos que son exponente de su largueza cantaora y que muestran su arte en estado puro. Este disco, que pasó casi desapercibido, fue afortunadamente reeditado en 2015 con el añadido de dos temas más.

Con su pena cumplida y liberado de adicciones, Antonio inauguró el nuevo siglo con una etapa de estabilidad y un nuevo disco que era promesa de ello: Así lo siento (2001) fue grabado con el apoyo de la Diputación provincial (su diputado Juan García, gran aficionado, apostó por la recuperación del cantaor) y el de la Peña Los Cernícalos de Jerez, donde el cantaor encontró el calor que necesitaba. El guitarrista fue Alberto San Miguel, el mismo con el que debutara con solo 12 años en la Catedra de Flamencología de Jerez y persona fundamental en esa etapa del cantaor, pues lo tuvo alojado en su casa durante años.

Nunca le faltaron apoyos de ese tipo a Agujetas. Quizás por su fragilidad y sensibilidad, pero, sobre todo, por la fe que se ha tenido en su arte, siempre hubo personas que quisieron ayudarle. Así Josema García Pelayo de Estudios La Bodega, donde se reeditó el disco con Moraíto, produjo junto a Miguel Fernández, otro de esos apoyos, Por nuestro bien, con la guitarra de Antonio Malena hijo. Ocho cantes con un cierto tinte crepuscular: Antonio, que se puede doler por cualquier estilo, sobrecoge en su estremecimiento. Hay que resaltar que la obra fue grabada “de cuatro a siete de la tarde del 29 de diciembre de 2015, cuatro días después de la muerte de su padre, Manuel Agujetas. Antonio no quiso anular la reserva que se había hecho con anterioridad”, según reza en la misma carpeta. No cabe duda que ese impacto está presente en el cante, de forma especial en la seguiriya.

En sus últimos años de vida, Antonio Agujetas no dejó de alternar periodos de recuperación, que lo llevaron a escenarios de primera línea, con recurrentes caídas. El duro pasado nunca dejó, además, de pasarle factura con múltiples manifestaciones y un deterioro progresivo, pero, entre esas bajadas, siempre existió un hueco para su cante ancestral de antiguo linaje, el que queda ahora en manos de su hermana Dolores y en el hijo de esta, Antonio, Agujetas Chico, como máximos representantes.

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