viernes, noviembre 8

El lince ibérico se cruzó con el boreal en el pasado y mejoró su diversidad genética | Ciencia

El lince ibérico es el animal amenazado con menor diversidad genética del mundo y eso le complica su futuro en un mundo cambiante. Sin embargo, la comparación entre ejemplares de hace entre 4.000 y 2.000 años muestra ahora como en el pasado tenía aún menos variedad de genes. Un trabajo recién publicado en Nature Ecology & Evolution desvela que, en tiempos relativamente recientes, linces ibéricos y boreales se cruzaron más de una vez en el nordeste de España. Aquella mezcla diversificó el acervo genético y pudo ayudar a la supervivencia de los primeros.

A comienzos de siglo, cuando la extinción del lince ibérico parecía inevitable, algunos científicos propusieron cruzar linces de Sierra Morena, donde quedaban 53, con los de Doñana, donde había 41, muchos conservacionistas se llevaron las manos a la cabeza considerándolo causa de anatema. En apenas 20 años, la población ha subido a 1.668 felinos, un tercio de ellos crías, que han expandido su territorio desde el sur de Portugal hasta Murcia, pasando por Extremadura y los montes de Toledo, llegando a ser visto en el suroeste de Madrid. Aunque el éxito tiene muchos padres y madres, el investigador del CSIC en la Estación Biológica de Doñana, José Godoy, recuerda que “la población del parque estaba muy comprometida, con un elevado nivel de consanguinidad, y el hecho de cruzarla con la población de Andújar supuso restaurar su genética, restaurando además su capacidad de crecer, su demografía”.

Godoy, que lidera el programa genético del lince ibérico, es el autor sénior de este nuevo estudio que confirma que ejemplares de esta especie se aparearon con linces boreales y tuvieron descendencia, diversificando así su genoma, algo que han podido observar tras comparar datos genéticos de ejemplares de ambas especies del presente y el pasado. En concreto, la investigación partió de la secuenciación del genoma de tres linces que vivieron en la península ibérica hace 2.070 años uno, 2.570 años un segundo y 4.270 el tercero. Después los compararon con el de una treintena de linces ibéricos actuales de las dos poblaciones originales (Andújar y Doñana) y con otra docena de linces boreales procedentes de varios puntos, desde Alemania hasta Siberia. Para tener todas las piezas del rompecabezas, incluyeron también la información genética de un lince boreal que vivió en lo que hoy es Vizcaya.

En la imagen, ejemplar de lince boreal o euroasiático, cuyo rango de distribución va desde Francia hasta Siberia.
En la imagen, ejemplar de lince boreal o euroasiático, cuyo rango de distribución va desde Francia hasta Siberia.AB Photography (Getty Images/iStockphoto)

Quedaron sorprendidos con los resultados. A medida que se remontaban en el tiempo, la diversidad genética de los restos era menor y, cuanto más cerca del presente, mayor cercanía genética entre linces ibéricos y boreales. “Sabíamos que la diversidad genética del ibérico es muy escasa [está entre las más reducidas de entre los mamíferos], pero nos quedaba la duda de hasta qué punto lo era”, cuenta Godoy. Esta diversidad es una herramienta clave para la supervivencia. “En general, se considera necesaria para adaptarse a lo que venga, adaptarse a los cambios ambientales”, añade el científico del CSIC. “El lince ibérico siempre está ahí abajo, entre las especies que menos diversidad tienen, y eso nos preocupa porque, hasta qué punto puede sobrevivir una especie a largo plazo sin diversidad genética, y más teniendo en cuenta el ritmo al que está cambiando el ambiente”, completa Godoy.

Sin embargo, el lince lleva milenios en el filo de la navaja. La genética de los linces de hace 4.000 años era menos variada que la de los actuales y eso no acabó con ellos. ¿Cómo ha sobrevivido? “Es un misterio, no lo sabemos”, reconoce Godoy, Pero su trabajo apunta una posibilidad: “podría ser que el lince ibérico fuera rescatado, digámoslo así, tras procesos de hibridación con el lince boreal”. Al menos es lo que indican los datos de su nuevo estudio. La diversidad genética de los ibéricos actuales es muy baja, pero más alta que las de sus ancestros, y esto solo se explica por sucesivos eventos de cruzamiento con el boreal. Es lo que ven tanto en el ejemplar recuperado en el yacimiento de La Moleta del Remei (Alcanar, Tarragona) datado en unos 2.520 años, como el de Monte Molaio (Algarve, Portugal) 500 años más tarde. Además, todo indica que el flujo, el préstamo de genes, fue del boreal al ibérico.

“Cuando no estén lejos, ¿se evita activamente que esos encuentros se produzcan o se permite de manera natural tal y como sucedieron en el pasado?”

El cruce, el intercambio de genes, no implica que el lince ibérico deja de serlo, de la misma manera que los humanos actuales no dejan de serlo por llevar hasta el 4% de genes neandertales. Por ello, los autores de esta investigación plantean la necesidad de cambiar el paradigma conservacionista. “Hay que desterrar esta idea de que las especies a conservar deben de ser únicas, que se mantengan en compartimentos estancos, cuando ni es real ni natural”, dice la profesora de biología y geografía y pimera autora del estudio, María Lucena. No están planteando introducir genes de lince boreal en el acervo genético del ibérico. Ni se plantea ni parece necesario, dado el éxito del programa de recuperación. “Simplemente, destacamos el hecho de que mientras estuvieron en contacto parece ser que hubo intercambio genético y lo que planteamos es que esto va a suponer un reto para la gestión del futuro porque puede ser que en algún momento el lince ibérico contacte con el boreal”. De hecho, hay planes de recuperar esta especie, de la que al menos se conoce la presencia de una pareja en la cordillera pirenaica. “Cuando eso ocurra, cuando físicamente no estén lejos, lo que vendría a indicar que las dos poblaciones están recuperándose, lo que habrá que plantearse es qué se hace a nivel de gestión, ¿se evita activamente que esos encuentros se produzcan o se permite de manera natural tal y como sucedieron en el pasado?

Juan Jiménez, del Servicio de Vida Silvestre de la Generalitat Valenciana, recopiló y publicó en 2018 un trabajo con decenas de referencias al lobo cerval, una criatura avistada en el nordeste del país, desde el País Vasco hasta Castellón en fechas tan tardías como 1935, en tiempos de la II República. Este lobo cerval, o tigre o gatillop, como también se le nombraba, no era otra cosa que el lince boreal. Un felino de altura similar a la del ibérico, pero mucho más robusto y el doble de peso. El trabajo de Jiménez, que no ha participado en el actual, se sumaba a otros anteriores como el de Miguel Delibes de Castro de 2013, que relataban la presencia del boreal en buena parte del norte hasta el siglo XX. “No había una frontera clara entre ambas especies. De hecho, sus territorios se solapaban, lo que daría lugar a eventos de hibridación”, dice. Esta ayudó, en su momento, recuerda, “a salvar al lince ibérico al juntar ejemplares de dos poblaciones, algo que no gustó al mundo conservacionista”, Pero esto es otra cosa, es la hibridación natural entre dos especies. Por fortuna, las 563 crías de lince ibérico que había en 2023 retrasan sine die la idea de rescatar al emblema de la fauna ibérica con felinos de fuera.

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