Ca uno es ca uno y no parece fácil que cambie la personalidad de nadie sea cual sea la circunstancia. Y Madrid impone, ciertamente. Pero también es verdad que cuando pisas el ruedo de Las Ventas hay que estar dispuesto a darlo todo, porque esa es una oportunidad que no se presenta todos los días.
Tras su exitoso paso por Sevilla, Calerito llegó a Madrid por la vía de la sustitución (el anunciado Juanito se recupera de una lesión en un tobillo) para confirmar su alternativa. Y se ha enfrentado a dos toros nobles, de corto recorrido en los engaños, pero que le han permitido, sobre todo el primero, mostrar su buena idea del toreo. Recibió a ese con un ramillete de templadas verónicas, y lo llevó al caballo con un jaleado galleo por chicuelinas. Muleta en mano, se plantó de rodillas en los medios, y de tal modo trazó un muletazo por alto, otro cambiado por la espalda, un natural y otro de pecho. Un buen inicio para una tarde importante para su carrera.
Pero algo sucedió una vez que recuperó la verticalidad. Se mostró decidido, sí, trazó algunos muletazos de interés ante un animal noblote, triste y soso, y que pronto acortó su recorrido. La faena resultó larga, finalizada con unos elegantes ayudados por bajo, pero sin que alcanzara la altura deseada. Excesivos pases pero nula conexión con el tendido. ¿Por qué? Quizá, quién sabe, porque se mostró cohibido, tímido, apocado, sin saber muy bien cuál era su papel.
Algo así se repitió ante el sexto, picado en exceso y maltrecho tras una costalada en el inicio del tercio de banderillas. Dispuesto de nuevo, más entonado, quizá, bien colocado, también, y valiente, pero, en apariencia, sin la confianza para trasladar al público sus deseos de triunfo.
Algo parecido le sucedió a David de Miranda, otro triunfador en la Feria de Abril, que se ha mostrado en Madrid como un torero con cierta abulia y un aparente desánimo. En ninguno de sus toros se atrevió a trazar verónicas de recibo, y todo quedó en apuntes de simplones delantales. Apuntó muletazos de calidad en momentos sueltos en dos faenas carentes de ligazón y orden. Poco mando en su sentido de la lidia, acelerado tal vez y desorientado ante el escaso recorrido de sus oponentes; aburrido por momentos y más preocupado -esa fue la impresión- por dar muchos muletazos que por torear.
Se lució y bien a la verónica Curro Díaz en su primero, y cerró la tanda con una media de cartel. Pero ese toro se dejó la vida en esos iniciales compases y todo se derrumbó en un momento. La invalidez del animal no fue motivo de devolución para el palco, que aguantó una leve bronca, tan corta como la lidia del matador.
El cuarto lo brindó a la concurrencia, y consiguió meterlo en el engaño en unos primeros y templados derechazos. Pero no hubo más; el toro se quedó cortó, derrotaba en cada embestida y lo que parecía un destello quedó en nada.
Por cierto, la corrida de Araúz de Robles llamó la atención por su presentación, de serio trapío y astifinas defensas. Todos los toros acudieron con alegría a los caballos aunque la pelea fue muy desigual, y los seis fueron nobles, tristones, también, y sosos. Si a ello se le añade el miedo escénico de los más jóvenes se entenderá que la tarde resultara fallida de principio a fin. Con toda seguridad, David de Miranda y Calerito son mejores toreros que lo que han demostrado hoy en Madrid.
Araúz/Díaz, De Miranda, Calerito
Toros de Araúz de Robles, bien presentados y astifinos, que cumplieron en los caballos, nobles y sosos en el tercio final; inválido el segundo.
Curro Díaz: pinchazo y el toro se echa (silencio); estocada caída (ovación).
David de Miranda: estocada (silencio); estocada (ovación).
Calerito, que confirmó la alternativa: estocada (ovación); casi entera muy baja y cuatro descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. 28 de abril. Más de media entrada (13.517 espectadores, según la empresa).
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