martes, octubre 8

El sínodo de los obispos desafía a la Iglesia para que se pronuncie sobre el papel de la mujer | Sociedad

La primera reunión de líderes de la Iglesia católica en la que las mujeres y los laicos han tenido voz y voto ha concluido este sábado, después de un mes de debates, con la publicación de un documento final que plantea cuestiones sobre las que la Iglesia tendrá que interrogarse, como la mayor participación de la mujer, la posibilidad de suspender el celibato o la acogida de personas homosexuales.

El documento no aporta decisiones concretas y aplaza para un mayor estudio los temas más divisivos y controvertidos, pero sienta las bases para que las propuestas precisas puedan llegar en la sesión final del sínodo, que se celebrará en octubre de 2024

Entre otras cuestiones, los participantes del sínodo han coincidido en que urge que se garantice “que las mujeres puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir funciones de responsabilidad” en la Iglesia. Y han reclamado, aunque con un consenso más bajo, que se acelere la decisión sobre el acceso de la mujer al diaconado. “La investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado debe continuar, aprovechando los resultados de las comisiones especialmente creadas por el Santo Padre y la investigación teológica, histórica y exegética ya realizada. Si es posible, los resultados deberían presentarse en la próxima sesión de la asamblea”, que se celebrará en octubre del año que viene, se lee en el documento final. Este punto del documento ha obtenido 279 votos a favor y 67 en contra. “Los votos en contra confirman que hay una reflexión, una profundización en curso, el punto está abierto, el sínodo no termina hoy, quiere decir que todavía hay camino por hacer”, explicó en una rueda de prensa el cardenal Mario Grech, secretario general del sínodo de los obispos. “Este será recordado como el sínodo en el que ganamos espacios”, resumió.

El acceso de las mujeres a este ministerio ―de rango inferior al sacerdocio, pero que permite administrar el bautismo, distribuir la eucaristía o celebrar el matrimonio― se ha ido posponiendo a lo largo de los últimos años, a la espera de investigaciones más exhaustivas que no acaban de arrojar una conclusión cara. La más reciente, y aún sin terminar, se inició en 2020, por petición directa del Papa, con el objetivo de profundizar en la existencia y características del diaconado femenino en la Iglesia primitiva.

El documento también denuncia que “el clericalismo, el machismo y el uso inadecuado de la autoridad siguen marcando el rostro de la Iglesia y dañando la comunión”. Subraya que “los abusos sexuales, de poder y económicos siguen exigiendo justicia, sanación y reconciliación”. Y pide que “se aborden y resuelvan los casos de discriminación laboral y de desigualdad de remuneración en el seno de la Iglesia, en particular con respecto a las mujeres consagradas, consideradas con demasiada frecuencia mano de obra barata”. Además, reclama una mayor formación de las mujeres y que puedan ser juezas en todos los procesos canónicos y un lenguaje más inclusivo en los textos litúrgicos y los documentos de la Iglesia.

Aunque en esta primera sesión conjunta no se han tomado decisiones, ya que no estaba previsto que se hiciera, en el documento final se han delimitado los temas que esperan concretarse en la próxima asamblea y se ha marcado una especie de hoja de ruta más concreta para lo que queda de sínodo.

En la asamblea han tenido derecho a voto 365 personas, de las que cerca del 75% son obispos. Han podido votar el documento, por primera vez en la historia de la Iglesia, 70 laicos —seleccionados por Francisco, de entre 140 candidatos— de los que 54 han sido mujeres. La mayor presencia femenina ha marcado cierta diferencia respecto al pasado y aunque el documento del sínodo no aporta demasiadas novedades, el peso de la cuestión sobre las mujeres y la consiguiente presión para la asamblea de cara a la próxima sesión es significativo.

División de la Iglesia

Además, los resultados de las votaciones ofrecen una idea de cuánto está dividida la Iglesia sobre ciertos argumentos. Los participantes han votado, párrafo por párrafo, un documento de 50 páginas. En general, todos han sido aprobados por una amplia mayoría que va más allá de los dos tercios del total, pero los párrafos que mencionaban el acceso de las mujeres al diaconado o la posible eliminación del celibato en algunas circunstancias, han sido los que han acumulado más votos en contra.

El punto relativo al celibato explica que en la asamblea se han expresado distintas valoraciones sobre el celibato de los presbíteros. Y puntualiza: “Todos aprecian su valor profético y el testimonio de conformación a Cristo; algunos se preguntan si su adecuación teológica con el ministerio sacerdotal debe traducirse necesariamente en una obligación disciplinar en la Iglesia latina, especialmente allí donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil. Es un tema que no es nuevo y que hay que retomar”. 291 participantes votaron a favor de que este párrafo se incluyera en el documento final y 55 se expresaron en contra.

Los participantes del sínodo también instaron a que la Iglesia escuche y no discrimine a “las personas que se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia por su situación matrimonial, su identidad y su sexualidad”, pero no plantearon aperturas y pidieron que se dedique “el tiempo necesario” para reflexionar sobre estas cuestiones, “sin ceder a juicios simplificadores que hieren a las personas y al cuerpo de la Iglesia”. Sugirieron que este camino se inicie “con vistas a la próxima sesión del sínodo”.

En el documento se señala que “aunque escuchar exige una aceptación incondicional, esto no significa abdicar de la claridad a la hora de presentar el mensaje de salvación del Evangelio, ni respaldar ninguna opinión o postura”.

El Papa Francisco convocó el sínodo, enmarcado en su proceso general de reforma, para hacer de la Iglesia católica un lugar más acogedor y adaptado a los tiempos que corren. Para el pontífice, en una Iglesia “sinodal” los fieles son escuchados y acompañados en vez de sermoneados por una jerarquía clerical, cuya credibilidad, por otro lado, se encuentra en horas bajas, entre otras cosas por los escándalos de abusos del clero en todo el mundo.

Este sínodo excepcional de tres años de duración, que concluirá el próximo año y para los observadores es el más importante de los que ha convocado Francisco en sus diez años de pontificado, ha despertado grandes expectativas, ya que podría sentar los cimientos de un cambio duradero en asuntos controvertidos para el catolicismo.

Aunque tanto los organizadores como los participantes han tratado de rebajar las expectativas de que se produzcan grandes cambios, especialmente en cuestiones candentes, como las opiniones de la Iglesia sobre la homosexualidad. Y han insistido en que el simple hecho de que Francisco haya puesto a los obispos a dialogar con su “rebaño” de fieles cara a cara ya supone una novedad importante.

El ala progresista esperaba que la asamblea transmitiera el mensaje de que la Iglesia acogería mejor a las personas LGBTQ+ y ofrecería a las mujeres más funciones de liderazgo. Los conservadores, en cambio, han insistido en la necesidad de permanecer fieles a la milenaria tradición eclesiástica y han advertido de que abrir el debate sobre estas cuestiones era como destapar una “caja de Pandora” que podría entrañar el riesgo de cisma.

El cardenal Gerhard Müller, que fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Inquisición, lanzó crítica mordaz contra la asamblea, en una entrevista publicada el sábado en el National Catholic Register. Dijo que la reunión sinodal ha estado “muy controlada y manipulada”, con un bajo nivel teológico, que “en apariencia pretendía ser obra del Espíritu Santo, pero que en realidad intentaba deshacer la enseñanza de la Iglesia”. “Se le está dando la vuelta a todo para que ahora tengamos que estar abiertos a la homosexualidad y a la ordenación de mujeres. Si lo analizas, todo se trata de convertirnos a estos dos temas”, criticó Müller. El Papa Francisco había pedido expresamente a los participantes del sínodo que guardaran silencio fuera de las reuniones y se abstuvieran de hablar con los medios de comunicación para no revelar el contenido detallado de las deliberaciones.

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