Parece casi un milagro que en un mundo golpeado por guerras y el avance de populismos que niegan la existencia de la crisis climática, los representantes de casi 200 naciones —prácticamente, todas las del mundo— sean capaces de sentarse año a año para discutir sobre un problema común como es el calentamiento global. Sorprende también que este tipo de cumbres, como la que se está celebrando en la ciudad emiratí de Dubái, continúen congregando a unos 160 jefes de Estado, como ocurrió en la inauguración de esta COP28.
Pero esto no quiere decir que esta cita, convocada bajo el paraguas de Naciones Unidas, sea impermeable a lo que ocurre fuera. El acto de apertura, por ejemplo, se inició con un minuto de silencio “por todos los civiles fallecidos” en el conflicto de Gaza, que toca de lleno las sensibilidades de los organizadores y de muchos países árabes presentes en la COP28. Aunque este conflicto no ha tenido, de momento, ninguna consecuencia evidente en esta conferencia que se celebra hasta el 12 de diciembre.
Otras pugnas, como la invasión rusa de Ucrania, sí han mantenido en vilo parte de las negociaciones internacionales contra el cambio climático. Porque la próxima cumbre continúa todavía oficialmente sin sede debido a esa guerra y al conflicto entre Azerbaiyán y Armenia. Pero ahora, propiciado por el efecto de un veto de Rusia a una sede europea, se abre la posibilidad de que la COP29 se celebre precisamente en Azerbaiyán, con el inesperado apoyo de Armenia. Lo que sigue es el relato de esta carambola que muestra cómo la geopolítica se entrelaza con la lucha climática.
Cada año una región organiza la conferencia del clima. La de este año le tocaba a Asia, Emiratos Árabes Unidos presentó su candidatura y fue apoyada por el resto de miembros de esa región, que son los que aprueban la sede.
La cumbre de 2025 se sabe desde el pasado año, cuando Luiz Inácio Lula da Silva volvió a la presidencia de Brasil, que se celebrará en este país latinoamericano, la región a la que le toca organizar la COP30. Pero la COP29, la de 2024, sigue huérfana.
Debe organizarla un país de Europa del Este y Bulgaria se había ofrecido, pero Rusia ha manifestado que, debido a las sanciones que le han impuesto por invadir Ucrania, no apoyará que ningún miembro de la UE acoja esa cumbre climática. Azerbaiyán también se postuló, al igual que Armenia, lo que suponía un paso más en el conflicto que ambos mantienen en la región de Nagorno Karabaj.
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Pero una declaración conjunta de los Gobiernos de Armenia y Azerbaiyán, difundida por la agencia oficial de noticias de este último país, parece que ha desbloqueado este asunto. Las dos naciones “reconfirman su intención de normalizar las relaciones y alcanzar” un “tratado de paz sobre la base del respeto a los principios de soberanía e integridad territorial”. Y, como muestra de buena voluntad, “Armenia apoya la candidatura de la República de Azerbaiyán para acoger la 29 sesión de la Conferencia de las Partes (COP29)”, y retira su propia candidatura, con lo que se despeja el camino para que se pueda hacer en la ciudad de Bakú.
Ahora, falta que todos los países del bloque de Europa del Este le den el visto bueno también para que se adopte la decisión en los días que restan de la cumbre de Dubái. Fuentes de la ONU apuntaron que la solución que se perfila más claramente tras ese comunicado es efectivamente Azerbaiyán, pero no dan todavía por segura la designación.
Si no se llegara a un acuerdo, la posibilidad que ya muchos manejaban era que la COP29 se celebrara en la ciudad alemana de Bonn, donde está la sede la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático. En 2017, la COP23 ya se llevó a cabo allí debido a los problemas logísticos que suponía celebrarla en el archipiélago de Fiyi, que era el país al que le correspondía. Aunque la presidencia de la cumbre, que se debe encargar de dirigir las negociaciones, se mantuvo en manos de este país del Pacífico.
También la conferencia de 2019, la COP25, fue accidentada. En un principio, iba a ser organizada por Brasil. Pero cuando el populista Jair Bolsonaro ganó las elecciones en 2018 suspendió esa oferta para acoger la cita. Chile se presentó entonces, pero las protestas en este país contra el Gobierno hicieron que el presidente Sebastián Piñera renunciara también a celebrar la cumbre en Santiago de Chile. Finalmente, España ofreció Madrid, donde se celebró la COP, aunque bajo la presidencia chilena.
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