martes, octubre 8

Hungría: Orbán rechaza el pacto migratorio y defiende mantener a los demandantes de asilo fuera del territorio de la UE | Internacional

Tras años de negociación, la Unión Europea cerró este miércoles un pacto migratorio en el que llevaba años trabajando y que endurece las condiciones de acogida. Un acuerdo que vincula a todos los Estados miembros, incluido Hungría, uno de los socios europeos con las posiciones más extremas en materia de migración y asilo. El primer ministro ultraconservador, Viktor Orbán, que en unas polémicas declaraciones comparó el acuerdo sobre la reubicación forzosa de migrantes con una “violación legal” a su país y Polonia, que se oponían, ha cargado de nuevo este jueves contra el nuevo paquete regulatorio y ha defendido su fórmula: que los demandantes de asilo permanezcan fuera de territorio europeo hasta que se resuelva su solicitud.

Las organizaciones de derechos humanos en Hungría denuncian que el Gobierno de Orbán ha suprimido en la práctica el derecho al asilo en el país. Las políticas xenófobas del dirigente ultra, que protagonizó titulares y portadas por el trato inhumano durante la crisis de los refugiados de 2015, le han costado choques con Bruselas. También por los intentos de criminalizar a las organizaciones de ayuda a los refugiados. En una comparecencia anual ante los medios, la quinta que celebra en los últimos años, Orbán ha afirmado que “la base del paquete migratorio es defectuosa”. “Tuvimos un gran debate sobre esto el año pasado, y me pasé horas intentando explicarlo”, ha asegurado.

Quien entra al país es inmediatamente devuelto en caliente por donde entró. Para obtener el estatus de refugiado en Hungría, los demandantes, independientemente de su origen, deben hacer su solicitud en dos representaciones húngaras en el exterior: en Kiev (Ucrania) y en Belgrado (Serbia). La invasión rusa del país vecino reduce las posibilidades a la capital serbia, pero las demandas que se gestionan se pueden contar con los dedos de una mano, según organizaciones como el Comité Helsinki. “La única manera de detener la migración es que cualquiera que quiera entrar en la UE permanezca fuera de ella hasta que se tome la decisión pertinente. Cualquier otra solución no logrará el resultado deseado”, ha señalado el primer ministro. “Estoy convencido de que el reglamento húngaro es el modelo. No hay que oponerse a él, no hay que denunciarlo”, ha insistido. “Es el único reglamento que funciona en Europa”.

El Gobierno húngaro ha sido señalado recientemente por partidos en Eslovaquia por intentar influir en las elecciones de ese país a favor del populista Robert Fico permitiendo el paso de migrantes en situación irregular hasta la frontera eslovaca, en una estrategia de alguna forma similar a la de Aleksander Lukashenko en la linde oriental de la UE. Orbán lo ha negado tajantemente. El primer ministro húngaro ha rechazado “la suposición” de que alteran el flujo migratorio “por razones políticas” . El dirigente, que presume de haber blindado su frontera, ha reconocido que “este cierre no es hermético”. “Intentamos plantar cara, pero a veces consiguen pasar”, ha manifestado Orbán, que además ha informado de un incremento del nivel de violencia en los cruces fronterizos.

“Hay una burbuja en Bruselas y tiene que estallar”

Orbán se ha convertido en una piedra en el zapato de la Unión Europea. En la cumbre de la semana pasada en Bruselas se le vio más solo que nunca, cuando a propuesta del canciller alemán Olaf Scholz, le invitaron a abandonar la sala mientras se tomaba la decisión sobre el inicio de las conversaciones de adhesión de Ucrania a la UE. Con su abstención permitió que la decisión saliese adelante, pero bloqueó al día siguiente el paquete de ayuda de 50.000 millones de euros a Kiev. Las amenazas siguen muy vivas una semana después: “Ucrania no puede ser admitida en la Unión Europea sin la decisión del Parlamento húngaro”, ha advertido. Sobre el salvavidas financiero a Ucrania, aplazado para otra cumbre en febrero, ha señalado el camino a los socios: “Pueden unirse 26 de ellos y hacerlo fuera del presupuesto [comunitario], pero no pueden hacerlo dentro del presupuesto sin Hungría”, ha dicho, para después afirmar que el objetivo de Hungría no es “bloquear decisiones, sino que la UE tome buenas decisiones”.

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El primer ministro, en su retórica encendida contra Bruselas, ha afirmado que “es un hecho que Hungría está siendo chantajeada en Bruselas”. El chantaje, afirma, procede del Parlamento Europeo, que “amenaza con sustituir a la presidenta de la Comisión Europea [Ursula von der Leyen] si da a Hungría el dinero que le debe”, a pesar de que el país está haciendo “casi todas” las reformas que se le han exigido para enderezar el Estado de derecho. “No pueden culparme por hacer todo lo que está en mi mano para defender los intereses de Hungría en una situación de tanta extorsión”, ha afirmado.

En Bruselas se opina todo lo contrario: que Orbán emplea el chantaje para obtener réditos económicos a cambio de no bloquear políticas estratégicas, como en el caso de Ucrania: “No queremos vincular el dinero ucranio a ningún dinero húngaro. Si tenemos una disputa con alguien, la resolvemos con él, no de lado, por la puerta de atrás. Lo único que pedimos es que se ejecute lo que está en el presupuesto. El dinero de los húngaros está en el presupuesto; es nuestro dinero; dénnoslo”, ha afirmado el jefe del gobierno húngaro este jueves.

Orbán tiene la mirada puesta en las elecciones al Parlamento Europeo, con la esperanza de que se produzca un fuerte incremento de la extrema derecha. “Las cosas van muy mal en Bruselas: no hay paz en nuestra frontera, la economía se deteriora y no puede hacer frente a conflictos como los que estallan en los Balcanes. ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Hay una burbuja en Bruselas, y tiene que estallar”, ha apuntado. El primer ministro húngaro, que está también solo en la Eurocámara tras haber sido expulsado del Grupo del Partido Popular Europeo, ha asegurado que su partido, Fidesz, está en negociaciones para integrarse en el Grupo de los Conservadores y Reformistas, en el que se integran partidos de extrema derecha como Vox o Hermanos de Italia, de la primera ministra Giorgia Meloni.

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