Amanda tiene 17 años y dice que los exámenes del Informe PISA, la evaluación internacional que el martes dejó a la vista el gran socavón educativo abierto por la pandemia en medio mundo, no le parecieron difíciles. “Se ajustaban bastante a lo que habíamos dado durante el curso”, afirma apoyada en una mesa de La Ería, el instituto público al que asiste en Oviedo. Su comunidad, Asturias, forma con Castilla y León y Cantabria el triángulo de oro de la educación española; la zona del norte, que encabeza los resultados del país en una prueba, organizada por la OCDE, que ha medido las competencias de los chavales en matemáticas, comprensión lectura y ciencias al término de la educación obligatoria, con 15 o 16 años, en 81 países. Los exámenes tuvieron lugar en abril de 2022. Las puntuaciones obtenidas por Amanda y sus compañeros de las tres comunidades situarían a dichos territorios, si fueran países, entre los puestos siete y nueve de la clasificación global, entre Suiza, Canadá y Países Bajos. Y los colocan 20 puntos por encima de la media española en todos los exámenes, lo que equivale ―como mínimo, porque el cálculo no es oficial ni pacífico― a medio curso académico de diferencia.
Los resultados educativos de un territorio en una evaluación como PISA siempre son producto de múltiples factores, anclados en gran medida al contexto socioeconómico. Amanda, que ahora está en segundo de bachillerato y quiere estudiar un doble grado en ADE y Traducción e Interpretación, menciona una de las razones que, con unas u otras palabras, plantean todos los entrevistados en este reportaje a la hora de explicar las puntuaciones de las tres comunidades con mayor éxito: una amplia conciencia social sobre la importancia de la educación y unas elevadas expectativas familiares, reforzadas por la escasez de alternativas laborales poco cualificadas ―como el turismo o la hostelería― que existen en otras regiones, como las del mediterráneo. “Aquí casi todo el mundo quiere estudiar. Después en cada casa se puede discutir si es mejor ir a la universidad o hacer una FP, pero todo el mundo tiene claro que sin eso no vas a tener un futuro”, dice Amanda.
Las tres comunidades que encabezan PISA en España tienen bastantes cosas en común. Una renta per cápita solo un poco por debajo de la media española. Poblaciones escolares pequeñas y, en el caso de Castilla y León y Asturias, especialmente menguantes. Una buena financiación per cápita por parte del Estado, que las sitúa por encima de la media de las comunidades en recepción de fondos, según el cálculo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea). Una inversión pública por alumno superior al promedio autonómico. Un importante peso de la enseñanza pública y la escuela rural y, en parte, por ello, una ratio de alumnos por clase inferior a la media del país. Porcentajes relativamente bajos de alumnado inmigrante. Y un capital educativo que viene de lejos ―se aprecia ya en las estadísticas de alfabetización del siglo XIX― y es clave, porque como muestran numerosas investigaciones, el nivel formativo también tiende a heredarse.
Castilla y León lleva casi desde el inicio de PISA ―que empezó a realizarse en el año 2000 y en esta octava edición ha examinado a 690.00 alumnos, 30.800 de ellos españoles― en los puestos de cabeza autonómicos. Esta vez lidera todas las pruebas. Asturias y Cantabria (segunda y tercera este año) nunca han ido mal, pero se han ido consolidando en los primeros lugares más recientemente. En mayo, el alumnado asturiano de primaria se situó, además, como el mejor de España en PIRLS, otra evaluación internacional que mide la comprensión lectora de los niños de nueve y diez años. Con 550 puntos, quedaron 29 por delante del promedio estatal y 22 del de la UE.
El instituto La Ería está situado en un barrio de clase media de la capital asturiana. En la escalera de la entrada una placa y un pequeño jardín vertical recuerdan a Erika Yunga Alvarado, la adolescente de 14 años, alumna del centro, que fue asesinada por Igor Postolache, un vecino de su edificio con antecedentes por agresión sexual, días antes de que se realizaran los exámenes de PISA. El instituto llevaba años trabajando la coeducación, pero desde entonces presta aún más atención a la prevención de la violencia contra las mujeres y la promoción de la igualdad de género, afirma el jefe de estudios, José Antonio García, mientras señala los trabajos sobre la materia elaborados por el alumnado que decoran los pasillos del centro.
García es profesor de Biología desde hace 27 años, ahora da clases en la FP Básica, un itinerario ideado para intentar que los chavales que van mal terminen la ESO, y describe su instituto como un buen lugar para enseñar. “En las clases de la ESO tenemos entre 23 y 25 alumnos, que se comportan en general con respeto y son muy participativos. Y creo que estamos bien dotados económicamente. En algún momento echas en falta algún docente más, pero las bajas se cubren de forma relativamente eficaz y nuestro presupuesto nos permite hacer reformas o poner en marcha cosas, como nuestra huerta”.
La Ería tiene 1.100 estudiantes, lo que lo convierte en uno de los institutos más grandes de Asturias. Pero, según García, las cosas no son muy distintas en el resto de centros educativos de la comunidad autónoma: “He pasado por muchos y puede haber alguna variación, algún centro un poco más complejo, pero no hay mucha diferencia ni en la calidad de la educación ni en el alumnado”.
La consejera asturiana de Educación, Lydia Espina, añade por su parte, citando en su despacho los resultados de PISA y PIRLS: “Da igual que un centro esté en Ibias (un pequeño concejo de 1.152 habitantes) y tenga cuatro alumnos, que en el centro de Gijón y tenga 500. Tienen resultados muy parecidos y eso significa que tienen las mismas oportunidades”. Las tres comunidades mejor puntuadas en PISA tienen en común ese carácter homogéneo, y destacan por tener muy pocos ―menos del 1% en el caso de la prueba de lectura― alumnos en el nivel más bajo de rendimiento educativo.
La ventaja de la ratio
Después de una vida dedicada a la enseñanza, sobre todo en la provincia de Palencia, Ramiro Curieses, que ha sido maestro de infantil y primaria, docente y director en secundaria, y profesor asociado en la Universidad de Valladolid, está convencido de que una de las claves del buen resultado de las tres comunidades es la escuela rural, que las administraciones autonómicas y los Ayuntamientos protegen pese a su coste para intentar frenar la despoblación. “No es un hándicap, al revés, constituye una gran ventaja, porque la ratio de alumnos en clase es un componente fundamental del éxito escolar y en la escuela rural es muy reducida. En ella sí se puede dar una educación personalizada. Se puede bajar exactamente a las necesidades del alumnado. Y eso ocurre en Castilla y León, en Asturias y en Cantabria”. Los colegios rurales asturianos se mantienen abiertos a partir de tres alumnos. Y el instituto público cántabro de Corvera de Toranzo, en los Valles Pasiegos, tiene este curso, por ejemplo, una media de 17 alumnos por aula en la ESO.
“Las relaciones que se generan entre el profesorado y las familias en la escuela rural son muy estrechas, y eso tiene unas consecuencias muy potentes para el desarrollo educativo de los chicos y las chicas”, afirma Alonso Gutiérrez, responsable del Gabinete de Estudios de la Federación de Enseñanza de CC OO y profesor de Geografía e Historia en Cantabria. La educación rural se ha convertido, además, prosigue el docente, en una inesperada punta de lanza de innovación educativa adaptada al contexto, con ejemplos como la educación internivel, en el que alumnos de distintas edades aprenden en la misma clase.
La enseñanza en las tres comunidades, cree Gutiérrez, también se ha beneficiado del hecho de tener políticas educativas estables. En Castilla y León ha sucedido porque siempre ha gobernado el PP. En Asturias, porque casi siempre lo ha hecho el PSOE. Y en Cantabria porque, pese a que populares, PSOE y regionalistas del PRC se han alternado al frente de la Consejería de Educación en las últimas legislaturas, de momento han respetado el acuerdo de 111 medidas que en 2016 alcanzó el Consejo Escolar autonómico, asumido entonces por los tres partidos. “Cada uno puede introducir los detalles que considere, pero el rumbo del sistema educativo no cambia”, dice.
Dominar el idioma
El peso de lo que PISA define como alumnado inmigrante (que engloba tanto a los estudiantes nacidos fuera de España, como a los que lo han hecho en el país pero cuyos dos progenitores proceden del extranjero) es bajo en las tres autonomías. En Castilla y León y Asturias representan el 8%, y en Cantabria, el 9%, frente a una media española del 15% y un 24% en Cataluña, la comunidad donde más han caído los resultados en PISA. Y eso, afirma Francisco Gonzalo, presidente de la asociación de centros de secundaria públicos de Castilla y León, y director del instituto de Tordesillas (Valladolid), se nota. “Que no se me malinterprete: yo creo que la inmigración nos enriquece enormemente. Pero a la hora de evaluar a la población escolar, no es lo mismo hacerlo aquí que en lugares con un mayor porcentaje de alumnado que desconoce el idioma o no lo domina”. PISA estima que los estudiantes inmigrantes obtienen en España de media 33 puntos menos que los autóctonos.
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