El legendario hotel Wellington de Madrid, en cuyas alcobas han pernoctado toreros, estrellas de cine y ricos de todo pelaje, exulta estos días con su opulenta decoración navideña. Encerrados en una de sus añejas salas de reuniones, Julio (J) y Emilio (E) González Gabarre, y Emilio hijo (EH), Los Chichos para el mundo, llevan todo el día despachando entrevistas para anunciar su enésima despedida de los escenarios, coincidiendo con su medio siglo en activo. Son muchas horas y los mayores acusan los achaques de sus 72 y 76 años, respectivamente. Julio ha aprovechado la pausa de la comida para acudir a una cita médica. Y Emilio padre confiesa que, hace no mucho, le dio una angina de pecho sin enterarse y tiene que cuidarse. Ambos, en diverso grado de vehemencia, están cansados de contestar a las mismas preguntas. Así que es Emilio hijo, que anda por los 54, más joven, profesional y diplomático, quien pone paz entre los hermanos cuando hace falta y ejerce de portavoz, cuando le dejan. Lo que sigue es un intento de captar el guirigay de este trío de gallos de la escena, en el mejor sentido de la palabra, que, además de artistas, son familia. Y las familias, ya se sabe.
Se supone que se habían despedido del escenario en 2014, para celebrar su 40º aniversario. ¿Por qué vuelven otra vez para irse?
(E): Porque nos lo piden los chicheros, nuestros fans, en las redes sociales, porque hay ganas de nosotros, porque los representantes y los empresarios son unos mercenarios que firman los contratos y nos obligan, y nosotros nos dejamos.
También importará la pasta.
(J): También, también, a rastras no vamos. Hemos vivido bien, pero somos una familia muy grande. Hijos, nietos, bisnietos. Y hay muchos gastos.
(E): Y luego, también está el mono del escenario. Sin el público estás triste y aburrido en casa a las ocho de la tarde.
Con 50 millones de discos vendidos siguen viviendo en Vallecas. ¿Y el chalet y el Mercedes?
(E): No sabría vivir en otro sitio. En Vallecas está nuestra gente. Me gusta salir a la calle y hablar con los vecinos. Yo, en mi bloque soy Emilio, no el mayor de Los Chichos.
(EH): Para mí, un lujazo es un jamón cinco jotas de vez en cuando, y eso puedo pagarlo.
Vallecas ha cambiado mucho. Ahora, hay menos chabolas que chalés adosados y urbanizaciones con piscina.
(J): Sí, hay zonas modernas y con dinero, pero también mucha gente de otros países y otras razas. El barrio se ha enmarronado.
¿Les molestan los migrantes? Ustedes también emigraron de Madrid a La Mancha a buscarse la vida antes de triunfar en la música.
(J): Si no se meten con nosotros, nosotros no nos metemos con nadie. Cada uno en su casa.
El tercer chicho de la formación original, Jero, murió en 1997, por problemas derivados de su adicción a la heroína. ¿Ustedes se asomaron a ese abismo?
(J): Jero era un fuera de serie. En cada concierto nos acordamos de él y nos arropa desde arriba.
(E): Yo sí caí en las drogas y solo me salvó Dios. Mi mujer me metió en el culto y vi la luz. Me costó mucho trabajo y mucha voluntad, pero salí de eso.
(EH): En aquella época no se tenía conciencia del peligro, y mucha gente se enganchó por eso. Yo ya tuve esa conciencia viendo lo que traía consigo y nunca he caído.
Ahora hay otras drogas.
(EH): Sí, por ejemplo, las salas de juego on line, donde se enganchan muchos jóvenes, pero la culpa no es de ellos, sino del Gobierno, por no cerrarlas. Ahora, la droga es el móvil, también. Antes estábamos locos por salir a la calle, vernos, ahora, muchos ni se ven, están todo el día con la pantallas.
Son ilusiones. Ni más, ni menos. Muchos jóvenes aún cantan sus canciones en los karaokes.
(EH): Y en directo. La media de edad de nuestros conciertos es de 18 a 30 años, aunque también van ancianos. Se saben las canciones al dedillo, mejor que nosotros. Nuestros discos salían en casete, o vinilo, de 10 en 10, y se oían todas las canciones. No tenemos cara B. Todas nuestras canciones eran cara A.
Vendían millones de casetes en las gasolineras. ¿Tienen algún radiocasete en casa para reproducirlos?
(EH): No, ni tocadiscos. No hacen falta. Las llevamos en la cabeza y el corazón.
¿Cuántas veces les han confundido con Los Chunguitos?
(J): [molesto] Bah, musicalmente, puede que alguna. En persona, ninguna.
¿Les gusta Rosalía, o C. Tangana, que están triunfando versionando rumbas hoy?
(J): Eso no es rumba, eso es flamenquito. Mi hermano Emilio es más de Paco de Lucía y de Camarón. Yo más de Led Zeppelin. Pero Rosalía no me estorba, porque tiene pellizco y es original. Como lo fuimos nosotros. Ser original es ser artista. Nosotros no sabemos solfeo, ni escribir novelas, pero hemos hecho canciones eternas. Hace 50 años que sacamos Quiero ser libre, y sigue sonando en la radio y las discotecas. En las de los barrios y en las más finas. ¿Quién puede decir lo mismo?
¿Por qué creen que pasa eso?
(J): Porque nuestras canciones hablan de amor, de desamor, de la verdad pura y dura de la vida, de la calle. No conozco a nadie que no se identifique con alguna de ellas.
(EH): Pero si tuviéramos la fórmula de lo que funciona la venderíamos y nos forraríamos de verdad.
Hoy es Nochebuena. ¿Se reunirán todos a cenar y montarán después una buena?
(M): Qué va, hija. Ya no es como antes. Éramos nueve hermanos, siete hembras y dos varones, ya se nos han muerto tres. Hay muchas ausencias. Ahora, cada uno tiene su familia. Así que cada uno en su casa y Dios en la de todos.
‘HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO’
Ni más ni menos -como el título de una de sus inmortales rumbas- que 30 millones de discos, en formato cassete, vinilo y lo que se tercie, han vendido Los Chichos en 50 años de carrera desde que, en1973, los hermanos Manuel y Julio González, junto a Juan Antonio Jiménez, Jero, estrenaran su también mítico ‘Quiero ser libre’. Medio siglo en el que las canciones de este trío madrileño, que cantaba y contaba la épica y la lírica de la vida en las calles de los barrios más desfavorecidos del país, lograron convertirse en la banda sonora y el referente artístico de varias generaciones. Tras su abandono del grupo y muerte de Jero, «el de en medio de Los Chichos», inmortalizado en la canción de Estopa, el hijo de Manuel forma parte del trío que puso banda sonora a la película El vaquilla. Ahora, para celebrar su medio siglo en escena anuncian una gira de despedida titulada ‘Hasta aquí hemos llegado’. Han dicho que se iban ya unas cuantas veces y, siempre, han vuelto. Da igual. Se retirarán cuando quieran. Sus canciones permanecen.
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