Jacques Delors, uno de los grandes arquitectos de la construcción europea, ha fallecido este miércoles a los 98 años de edad. Fuera de Francia, donde fue ministro, ninguna figura como la suya están tan asociadas a la presidencia de la Comisión Europea, que comandó entre 1985 y 1995. En su país ya tenía una larga trayectoria política, que había iniciado antes de afiliarse al Partido Socialista Francés en 1974 y continúo después como ministro de Hacienda y alcalde de Clichy, antes había pasado por el Comisariado General del Plan, organización propia de la posguerra encargada de la planificación económica, y había sido consejero del Banco de Francia.
Cuando él llegó a Bruselas para dirigir el brazo Ejecutivo del club comunitario, la Comunidad Económica Europea, como se llamaba entonces, era más bien un gran mercado común continental de 10 países que intentaban conjugar sus intereses en un experimento con pocos o ningún precedente histórico con el que se intentaba evitar que el continente acabara otra vez una guerra devastadora. Justo cuando él lo dejó, el 1 de enero de 1995, se alcanzó la cifra de 15 Estados miembros -España se sumó en ese periodo- que se habían convertido en la Unión Europea. Dejó incluso un testamento en el que señalaba cómo podía recorrerse el camino de las futuras ampliaciones.
Delors no es uno de los padres fundadores del proyecto europeo, pero su trayectoria durante los 10 años que fue presidente de la Comisión le sitúan entre uno de sus grandes hacedores. El impulso que le dio le sitúa a la altura de los franceses Jean Monnet y Robert Schuman, el italiano Alcide de Gasperi o el alemán Konrad Adenauer. “Europa acaba de perder a uno de sus gigantes. […] Entra en el panteón de los grandes que ha dado Europa y cuyo legado debemos asumir”, ha resaltado el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, al conocerse el fallecimiento.
Jacques Delors est mort. L’Europe vient de perdre l’un de ses géants. Il aura façonné le destin de l’EU par la puissance de ses convictions et la rigueur de son action. Il entre ainsi dans le Panthéon des grands que l’Europe a produit et dont nous nous devons d’assumer l’héritage
— Josep Borrell Fontelles (@JosepBorrellF) December 27, 2023
Su nombre está unido a una etapa en la que hubo un gran salto en la integración europea. El aumento de países de 10 a 15 (España, Portugal, Austria, Suecia y Finlandia) es solo un hito más logrado durante sus años en Bruselas. Entre 1985 y 1995 se dio un gran salto en la integración de los países que formaban parte del proyecto europeo. Se pasó de un mercado común, algo similar a una eliminación aduanas comerciales, a una unión en 1993 que caminaba hacia una eliminación (imperfecta, como se puede comprobar 30 años después) de las fronteras para mercancías y personas.
Palabras que ponen nombre a políticas que en la actualidad forman parte de la vida cotidiana de los 450 millones de ciudadanos de la UE surgen en aquellos años. Son el fruto de proyectos que se pusieron en marcha en la Comisión que presidía Delors o que impulsó. Erasmus: este programa de becas para estudiantes, emblema de las políticas comunitarias, se creó en aquellos años a partir de la idea de la pedagoga italiana Sofia Corradi hecha suya por aquel ejecutivo europeo, especialmente por uno de los comisarios que lo acompañó durante casi toda su trayectoria, el español Manuel Marín.
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Fuera de Bruselas no es tan popular como el programa Erasmus o el Espacio Schengen, pero prácticamente todos los que viven en la burbuja comunitaria saben qué es el Marco Financiero Plurianual de la UE. Esa especie de presupuesto de la Unión de varios años vigencia se propuso por primera vez en 1987.
Delors llegó a la presidencia de la Comisión apadrinado por el entonces presidente de Francia, François Miterrand, y el canciller alemán, Helmut Kohl, dos grandes monstruos de la política europea. Con ellos y con quien era la primera ministra británica, Margaret Thatcher, o más bien contra ella, tuvo que bregar para sacar poner en marcha proyectos como la Unión Económica y Monetaria. No era nuevo en la capital comunitaria.
Como buen francés -fue ministro de Hacienda entre 1981 y 1984- luchó para poner en marcha la moneda única, esa vieja aspiración gala que pretendía ligar la suerte del franco y del marco. Al ser presidente de la Comisión, el Consejo Europeo le encargó liderar el grupo de trabajo, junto con los gobernadores de los bancos centrales, que parió el llamado informe Delors, en el que se diseñaba el camino a seguir hasta lograr en tres pasos la creación de la divisa común. Pensaba que la unión aduanera que se había creado en los años cincuenta del siglo XX estaba coja si no contaba con una moneda única.
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